maestros
me refiero...”
con estas palabras da comienzo el prólogo y plantea el tema
principal del libro "El valor de educar" el autor.
La
minusvaloración de los maestros, posicionado su oficio en
escalafones sociales inferiores por falsas creencias de enseñanza
básica necesaria (o tradicional) pero poco utilitaria, es la pieza
clave del rompecabezas. El problema surge en el momento que se
plantea la educación en la escuela como una mera educación impuesta
pero poco fructífera en cuanto a resolución de situaciones futuras
más complejas. Esto deriva en la creación de un concepto social de
inferioridad hacia este sector poblacional, que viene dado tanto
desde autoridades políticas como en los propios pensamientos y
comentarios de las gentes. La frase “pasar
más hambre que un maestro de escuela”
es un claro ejemplo de esta extendida idea social. Los de arriba son
los que han precipitado hacia ese caída a los maestros y estos
“dichos” son la evidencia de lo ocurrido, y uno de los problemas
que más afecta en este ámbito, el cuál, Fernando Savater apoya, y
sobre el cuál manifiesta su posición de que sin ellos, sin la
previa inculcación que realiza la escuela y sus maestros, no sería
posible llevar a cabo correctamente y con rigor las enseñanzas
superiores. La necesidad de una mayor aportación tanto de dar
importancia a este ámbito como una mayor inversión en este es la
conclusión a la que me gustaría llegar y dar como opción posible
para solucionar esto que ocurre.
Complementando con las ideas del segundo tema de este
libro, que aborda la problemática acerca de la educación 'clásica'
(transmisión oral, popular...) frente a la inculcación de
conocimientos y valores con visión de superación futura, un buen
argumento que ataca esta situación que viven los maestros es el de
que, las enseñanzas 'superiores' que se conciben como mejores y más
importantes, no tendrían ningún sentido sin la anterior inculcación
de valores y conocimientos tales como la lectura o la escritura y la
compresión y asimilación de conocimientos, tan necesarios para un
correcto desarrollo académico.
La experiencia, un valor, unos conocimientos que se
adquieren de esta, que no pueden ser transmitidos más que por los
que anteriormente tuvieron esas vivencias, es otro de los argumentos
que se vuelcan sobre esta problemática. El tiempo es un factor que
rige a la sociedad y la hace actuar acorde a este y plantearse
visiones de pasado, presente y futuro. El limitar la educación a la
adquirida por la influencia paterna o materna y al mero aprendizaje
de un oficio, único conocimiento previo del progenitor, o al
conocimiento transmitido oralmente es un error que no conduciría a
ningún tipo de evolución ni desarrollo orientado a mejorar el
futuro del ser humano tanto como ser como cabeza pensante. Y este
error se encuentra paliado por estos maestros, que transmiten esa
información y conocimiento general para ayudar a dicho desarrollo
humano, pero estos en lugar de ser mejor cuidados, son tratados con
desconsideración, tanto los que ejercen esta profesión como los que
se forman para ejercerla.
Podríamos definir todo esto con un sin fin de palabras
que quizás no expresaran suficientemente lo verdaderamente necesario
que es promulgar una actitud social que de mayor importancia a estos
educadores. Solucionar esto tomando medidas políticas que lleven a
la sociedad a cambiar su opinión sobre estos educadores a la que se
merecen, es una medida que debería ser abordada y planteada
seriamente.
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