El ganar o perder es uno de los roles
que se deben asumir en el deporte. Y más en el deporte competitivo.
No son roles asumidos durante el transcurso del partido o
competición. No. Todos estos sentimientos de victoria o derrota
vienen después. A los ganadores se les aclama con aplausos, palabras
de enhorabuena, felicitaciones, abrazos... Mientras que el perdedor
queda desplazado a un segundo plano.
Todo esto viene, a que, estas conductas
de celebración de la victoria y de rechazo de la derrota, incluso de
humillación hacia los perdedores, han creado esa característica
competitiva que tantas connotaciones negativas entraña: El mal
perder.
“Tras un recuento electoral, sólo
importa quién es el ganador. Todos los demás son
perdedores.”
(Winston Churchill).
(Winston Churchill).
Esta frase refleja claramente, aunque
se encuentre dentro del ámbito de la política, lo que vemos en el
deporte. Estas maneras de pensar y de actuar frente al ganar o
perder, son las que han provocado todo esto. Niños que se ensañan
con sus rivales en el terreno de juego simplemente porque han
perdido, y sienten impotencia, rabia, inferioridad... Eso es muy
triste. Y es muy triste porque, no solo existe el problema de ese
niño, sino que, además, detrás de ese niño habrá un pésimo
entrenador. Un entrenador que no sabe educar a sus deportistas. Un
entrenador que no ha sabido abordar ese problema y ponerle solución,
ni trabajar con sus deportistas para hacerles ver que de la derrota
se pueden sacar cosas productivas también.
¿Como solucionaríamos esto?
El trabajo y la constancia hacen llegar
a grandes metas. Pero factores inmediatos que se dan en ciertas
ocasiones pueden hacer que todo ese esfuerzo y dedicación parezca
que “no vale para nada”.
Me refiero al futbolista que, después
de duros entrenamientos, llega al terreno de juego y, por
circunstancias de ese momento, no se encuentra en sus mejores
facultades. Ese futbolista que al final del encuentro pierde y se
siente mal porque ese día su cuerpo no estaba al 100%. Y en lugar de
asumir la derrota y saber que eso no es más que un aprendizaje y una
experiencia más que le ayudará a mejorar en el futuro, se pone
hecho una furia, grita sin control a los demás e incluso se
encuentra insoportable durante días posteriores.
Este mal perdedor debería ser abordado
inmediatamente por su entrenador. Este debería saber que tiene que
actuar delicadamente frente a su equipo. Un tono de voz normal, sin
sobresaltos, explicando que, factores extrínsecos a ellos han
provocado esa derrota. Que no ha sido la mediocridad la que se ha
visto reflejada en el terreno de juego sino la lucha. No es más que
una derrota. Una experiencia de la cuál podemos extraer formas de
mejora y de incremento del nivel, todavía más. Analizar errores en
jugadas, en algunas técnicas, etc, todo ello con el fin último de
conseguir, mediante un trabajo constante de ayuda del entrenador,
erradicar esa conducta frente a la derrota.
A nadie le gusta perder, pero no
podemos permitir que nadie actúe así por una derrota.
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